El pasado Domingo en toda Colombia se realizó la llamada «Marcha del Silencio» una marcha en torno al clamor de Paz dados los últimos acontecimientos de violencia en diferentes partes del País. En Cali y algunos municipios del valle del Cauca, en el Cauca en donde la violencia pareciera que ya está normalizada, el Guaviare confinado, en el Catatumbo, en donde pasaron desapercibidos los resultados de la conmoción interior decretada para intervenir institucionalmente y de manera directa la zona, los publicitados «planes pistola» por parte de grupos al margen de la ley en contra de la Policía Nacional y por su puesto el vil atentado ocurrido el Sábado 7 de Junio en el barrio Modelia en la ciudad de Bogotá en contra de la humanidad de Miguel Uribe Turbay del cuál no había querido referirme hasta ahora.
Lo anterior por dos razones, la primera, creo que ninguna relevancia tiene mi opinión al respecto, mas allá de la profunda admiración y respeto que tengo por una persona con la que compartí por casi tres años en su calidad de secretario de gobierno de Bogotá, en donde tuve la oportunidad de apoyarlo en él área de tecnología, y después, en conversaciones y encuentros ocasionales que por causa de las aspiraciones políticas y electorales compartimos, y segundo, por que es muy fácil caer en el oportunismo político y mediático que genera este tipo de hechos de carácter nacional y que creo le corresponde administrar solo al círculo mas cercano, íntimo y familiar de Miguel.
So pena de lo anterior, lo que hay que expresar al respecto de este hecho no obliga creatividad ni originalidad, mas bien si, exige sencillez y sentido común: Repudiar vehementemente este acto canalla en contra de la humanidad de Miguel ademas de condenar a los autores materiales e intelectuales de este atentado.
He tenido la oportunidad de intercambiar opiniones con varias personas de diferentes vertientes y posiciones acerca de la situación del país y de lo que significó el rotundo éxito de dicha marcha. Hay quienes sin ningún rigor afirman que todo esto es una estrategia del uribismo para volverse a «montar» al poder y que los marchantes son idiotas útiles para este fin, también están los que con posiciones algo anarquistas y con poca claridad sobre cómo asumir los retos que la sociedad nos está demandando afirman, que se debería hacer la consulta popular sin miedo alguno, que el congreso no ha estado a la altura de las necesidades del pueblo y por consiguiente se debe hacer una asamblea constituyente para entre otras cosas, castigar al congreso, y también están los llamado negacionistas, que sin análisis alguno celebran todo lo que implique contradecir a Petro en cualquiera de sus decisiones. En fin, resultados de los litros de café y horas de escuchar argumentos y contraargumentos recojo algunas reflexiones que a mi parecer se acercan mucho a lo que de acuerdo a mi visión política y formación profesional, pienso y creo debe marcar los mínimos sobre los cuales seguir construyendo:
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- La marcha del silencio no fue una marcha de uribistas: Reducir la marcha a esa conclusión no solo es facilista sino nocivo para el debate. Seguramente este sector de la derecha colombiana con un objetivo mucho mas reaccionario en contra del gobierno actual apoyó esta marcha, pero una gran parte de la ciudadanía que no pertenece a esta vertiente política también, en especial los que marchamos para pedir un cese a la violencia, por la desescalada de las agresiones y de las manifestaciones verbales de odio y por la pronta recuperación de Miguel, somos personas que venimos del centro político y que bastante distancia tenemos con el sector uribista. Ahora, ¿hay un sentimiento de decepción por el gobierno actual? claramente, y es normal que la gente aproveche estos espacios para manifestar ese descontento y si el sector gobiernista no es capaz de reconocer esto y acudir a la autocrítica lamentablemente van a seguir condenados al fracaso.
- NO y NO se puede apoyar la idea de una asamblea nacional constituyente: La constituyente del 1991 se logra gracias a un sentimiento homogéneo de casi todos los sectores de la sociedad, los empresarios, estudiantes, la clase política, la academia, la sociedad civil entre otros, que clamaban por una constitución moderna y actualizada que nos permitiera salir de la desazón que la crisis social y de violencia estaba dejando en la nación a finales de los años 80. El éxito de esta iniciativa que surge del movimiento estudiantil, fue precisamente ese, el consenso nacional que se forjó para sacarla adelante y que el objetivo fundamental no se basaba en ir en contra de algún sector o ideología política, al contrario, de sumar fuerzas para combatir institucionalmente a los violentos y eso es precisamente lo que en esta oportunidad no pasa. Recordemos que incluso la Asamblea nacional constituyente fue aprobada en el gobierno del entonces presidente Virgilio Barco con la condición de que solo después de elecciones se convocara, por esta razón el presidente César Gaviria fue quien la instaló y la promulgó. Ahora bien, en un escenario de polarización profunda, de resistencia hacia las instituciones y de sentimientos de odio hacia el que piensa distinto, una nueva constituyente podría dejar más heridas irreparables y resentimientos, que soluciones reales a los problemas actuales del país y no es que no necesitemos revisar a profundidad las probables mejoras a nuestra carta magna, pero las condiciones mínimas para que todo el país se una alrededor de esta propuesta no están dadas y no es el momento para forzarlas a que se den.
- ¿Hay manipulación mediática en las expresiones ciudadanas?: Definitivamente, y creo que es aquí en donde hay que centrar con más detenimiento el debate, porque los medios tienen mucho que ver en lo que está pasando, en la generación de confusión, posiciones radicales y por consiguiente en la extrema polarización social que estamos viviendo, y digo extrema porque no creo que la polarización sea mala del todo, deben existir las contradicciones y las posiciones opuestas para una democracia sana y propositiva. El problema es que tanto la oposición, como el gobierno, mas el espectro que hay entre ellos, hemos sido víctimas de los medios, formales e informales, que terminan logrando que la opinión pública centre su atención lo que hace o deja de hacer el presidente y en lo que responden o dejan de responder sus contradictores, pero aquí la pregunta importante es ¿Y el cambio qué? En dónde están las soluciones que necesitan ya los territorios, los trabajadores y las familias que día a día hacen todo lo posible por salir adelante. Y queridos lectores, para los que van a responder que el problema es del congreso por las demora en las reformas, déjenme decirles que es importante que dejemos a un lado el reduccionismo, volvamos a los análisis complejos y alimentemos un poco más la autocrítica, porque las reformas de facto no van a cambiar esta situación, no son tal como están planteadas, ni la panacea ni el hito que nos va a volver una sociedad menos desigual. Sobre esto seguramente podremos hacer análisis particulares y técnicos por sector en otra columna. En fin, lo que para mí es mas preocupante pero en especial, más decepcionante, es que no estemos escuchando a ningún precandidato presidencial enfocado en esto, enfocado en propuestas de país, en cómo reducir la desigualdad, en cómo fortalecer la pequeña y mediana empresa y fomentar la competitividad, en cómo corregir de manera real nuestro sistema de salud, en cómo modificar la Ley 30 para que la educación de calidad sea una realidad para todos; en cambio si, enfocados en una narrativa netamente mediática y con la superficialidad politiquera de pasillo que busca likes y visibilidad en redes. A estos nos hemos reducido.
Por último, como lo dije al inicio, creo que es más que insolente hablar de la situación personal de Miguel, solo deseo de todo corazón que en su familia no vuelva a haber cabida a la violencia y que sus hijos no sufran la misma tragedia que él sufrió de niño, perder a uno de sus padres. Estoy seguro de que Miguel va a salir adelante y lo vamos a tener de nuevo entre nosotros, mientras tanto, el ¡Fuerza Miguel! debe dejar de ser solo una arenga, y debemos transformarlo en un llamado colectivo a volver a centrar la mirada en lo fundamental, a buscar un acuerdo que nos permita avanzar hacia un país mejor, un acuerdo que nos obligue a dejar de contaminar de odio y superficialidades mediáticas a nuestra sociedad.